Tuesday 28 July 2009

Pesadilla lúcida

Durante una noche tormentosa en la que, cosa rara, me costó coinciliar el sueño, fui al antiguo edificio donde solía trabajar.

Era domingo. Un niño sentado junto al elevador me ayudó con mis cosas hasta que me di cuenta de que no era real, sino un espiírtu perdido.

Al llegar a mi cuarto, una habitación osucura que pertenecía al hotel en el que se habían convertido las antiguas oficinas, un hombre me esperaba junto a las pertenencias de L. Unos zapatos, la bolsa negra que le compré hace algunos meses y un saco, quizá. El hombre habló conmigo hasta que caí en cuenta de que era también un ser incorpóreo.

Comencé a asustarme y me di cuenta de que era un sueño.

Abrí la puerta de la habitación y vi hacia arriba en el negro vacío. Allá, por encima de una espiral de luz y oscuridad, muy lejos, sabía que L. podría oírme, como el Dios católico al que le rezaba cuando era niña, cuya presencia podía dominar todo y estaba al pendiente de cada una de las cosas que nos suceden aquí en la Tierra.

Con una voz de grave, casi de hombre como si no pudiera hablar propiamente, grité. "L! L! Despiértame por favor , pero despacito".

L. me respondió. Lo haría poco a poco.

Mientras tanto, una pareja de ancianos, también almas sin cuerpo, se me acercaban poco a poco, como zombies de película cómica, pero tenebrosa. Me espanté y señalándolos, les pedí que se fueran, que me dejaran en paz, mientras comencé a repetir un mantra.

L. finalmente, me rescató cuando oyó mis gritos en la cama.

Cuento de un fin

Cambio de canción y ahí está: Frou Frou, la original, como para recordarme que pasó anoche.

Fui a casa de mi abuela, quien nos dio la bienvenida con su sonrisa tan llena. También estaban mi tía, los primos, mis hermanos y L. Esperábamos a varios amigos.
Onírica

Yo esperaba a uno muy especial que me ha perseguido desde muy joven, al menos su imagen, mi ideal, mi escapatoria. Vendría con M. su novia, con la que terminó hace tres semanas según dijo, después de años y años de espera, de ella, de mí, de él.

Apenas le comenté de mi nueva vida, de lo feliz que soy, de un final que nos imaginamos, pero que nunca supimos cuándo llegaría. Sí. Le dije que es serio. Le dio gusto, eso escribió, sin dejarme saber más. Quizá le dolió, quizá no le importa, quizá es un paso más hacia una lucha que no comprende, quisiera pensar, quisiera saber.

Sonó el timbre. Era ella. La conocería por fin. Por fin las paces con nuestros sueños tontos de algo que nunca fue. Le di la bienvenida. Gorda y elegante, pero con un tinte amarillo que no le quedaba para nada. Sabía que había algo entre él y yo, a pesar de no tener la certeza de qué.

Lo vi. Sentí esa cercanía que siempre he imaginado. Hablamos y luego me llevó a la alacena, donde trató de besarme, muchas veces. Me quería. Sí. Pero yo no estaba con él. Yo estaba con L. Y qué más puedo pedir con L.? Nada, nada más.

Regresé a él. Me tocaba haciendo notar que soy suya, de nadie más.
Mientras tanto, los demás, felices. Felices de saber cómo son las cosas ahora. Conscientes de que él es un galán, pero conscientes, felizmente de que L. es mi hombre.

Sin embargo. Siempre la duda quedará en el aire. Por qué lo hizo? Por qué tardó tanto en hacerlo? Tuve o no algo que ver en ello?