Thursday 25 September 2014

Habla el guru

Habló otra vez antes de que sucediera lo peor. No sé si lo escribí antes y fue ya hace meses. Dormía mucho y soñé con ella. La esperaba la muchedumbre y llegó con su sonrisa grande y limpia enmarcada por sus labios gruesos y su mirada profunda. Me dijo dos cosas. Ya tenía un nombre para ella. Era una ella y su nombre lo habían sacado de una lista en sánscrito. Luego me dijo “no te regreses a México. México is full of pain and ¿gried or greef? Cuando me dijo una de las dos cosas, su imagen era diferente. Era una mujer occidental, grande, blanca, cabello castaño y ojos claro, pero seguía siendo ella. A los pocos días, la catástrofe sucedió. 

Desbordante. Así ando.

Ayer combatí un dolor de cabeza el día entero y me eché una siesta de casi dos horas, cosa que no hacía en muchos meses. Tuve un sueño lúcido. La pintura fresca que chorreaba al descarapelar el tapiz no tenía sentido. Tenía que ser un sueño. Después, hablé con mi prima, le contaba algo. Cambié de sueño. Entonces  tenía un colmillo flojo, muy flojo, casi a punto de caer. Se cayó y con él otros 300 dientes, como en la noticia que leí hace unas semanas. No, pero eso no podía pasarme a mí, tenía que ser un sueño. Sí. Entonces le conté a Ana Paula mi sueño, me parecía tan curioso que estuviera platicando con ella de un sueño, sabiendo que era un sueño…

Y es la segunda vez que pasa porque hace unos días soñé con la misma prima a quien le contaba un sueño en el que soñaba con la amiga con quien me reía de un sueño poco profundo. O sea que soñé que soñaba con un sueño poco profundo del que vagamente me acuerdo...

Y entre tanto y tanto, ayer sí funcionó el audio que puso L. en inglés para tener sueños lúcidos. Me quedé dormida con tres opciones para soñar: volar, mi papá o ellas. Los primeros dos resultaron. Soñé con mi papá un sueño largo. Me contó sobre la madera, lo difícil que es tratarla. Me acordé de todos los mueblecitos que me arregló para mi casa de muñecas. Luego me dijo que había estado muy ocupado curándose, por eso no nos habíamos visto. Tantos hijos, además lo mantenían ocupado. A sus 53 y enfermo estaba esperando al último. 

Claro que no tenía sentido, supuse que era un sueño. Pero le pregunté por qué tuvo tantos, si era una cuestión de diseminar sus genes, o qué. Me dijo que no sabía, que sinceramente no sabía pero parecía estar consciente de saber que tenía un problema al respecto, como su hermano. Aceptándolo, quise grabarlo o tomar una foto para comprobar si era realidad. No funcionó. Convencida de que estaba soñando decidí quedarme con la memoria de sus gestos, su voz, su sonrisa y sus movimiento, tratar de atrapar lo que más pudiera para acordarme al despertar.


Luego volé y volé aunque no muy alto. Cuando quiero volar muy alto a veces me cuesta. Fue un poco cardiaco porque me perseguían unos hombres con otros poderes sobrenaturales que descubría al paso. Fui a un edificio a resguardarme, vi a mi amigo Pepe, que hace tanto no veo.  Lo alcancé a saludar después de llamarle varias veces. Al final fui a un cuarto con monjes o swamis en trajes de ejecutivos londinenses. Había un domo circular por el que se veía el cielo azul. Ahí me quedé un rato. 

Thursday 19 May 2011

Resumen de mis sueños esperando...

En este estado tengo muchos, muchos sueños. No los puedo poner todos. Los más recurrentes son con comida. Especialmente, comida mexicana. Tamales, quesadillas, molcajetes, alambres, sopes. Al despertar no necesariamente quiero comer eso, pero cómo lo disfruto en mis sueños.

Además, de delicias mexicanas, sueño con agua. Con albercas, ríos, mares y lagos. Aguas limpias y caudalosas, sucias y desbordadas, con infinidad de olas, con tierra, profundas, densas, oscuras, enormes. No hay una descripción que se refierra a un sueño acuoso más recurrente que otro. Por supuesto prefiero los mares azules y cristalinos, especialmente en los que la inmensidad se hace presente en el sueño, en los que hay sol y playa y en los que tengo más control que en otras aguas, aunque hayan leones y monstruos desnudos y alados de cuatro ojos a los que tenga que evitar volando. El último fue cruzando de Chetumal al Veracruz, primero en coche y luego en una cama de mader que servía de barca para pasar por un canal que podía desbordarse fácilmente.

Automóviles. Automóviles que no puedo controlar, que van demasiado rápido. Automóviles en las montañas, en terrenos desconocidos, en México, en carreteras que me llevan lejos, en colinas, en calles llenas de puentes y desviaciones, otros sueños comunes.

Mi familia. Las tías, las primas, mi madre, la hermana, los hermanos, los abuelos, todos están presentes y reunidos. Normalmente, riendo, comiendo, hablando, disfrutando y yo me despierto extrañándolos.

Y en todos mis sueños espero, espero, sé que espero...Quizá solo en uno no esperaba, en aquél que una morena dejaba seducirse hasta hartarse.

Sueños raros que olvido, pero que al despertar se que me han dejado sabores amargos, ácidos y dulces y a veces cuando tengo suerte, sabores mexicanos.

Thursday 21 April 2011

Otro apocalipsis

Un mundo sin fronteras, ni ciudades habitadas. No hay suficiente agua, alimento, dinero o ropa. Como en la mayoría de las películas apocalípticas, todos nos vemos sucios y descuidados, más parecidos a un animal salvaje que a los seres que formaron parte de grandes civilizaciones.

Los insectos se están apoderando del mundo. Sus colonias son vez son más numerosas. Se han alimentado con los desechos humanos producto del apocalipsis, de los cuerpos en descomposición, de los alimentos podridos abandonados en refrigeradores, supermercados, granjas y fábricas. La mayoría de las especies más infecciosas han crecido hasta tres veces su tamaño y son cada vez más peligrosas para los seres humanos. Les atrae la materia viva, los colores fosforescentes y el calor. Es imprescindible tratar de alejarnos de ellos.

La gente vive en algunos poblados alrededor de algún restaurante o de algún campamento. La mayoría de los sobrevivientes son humanos que con el apocalipsis perdieron la memoria y sólo tienen recuerdos vagos, como sueños, de sus realidades pasadas. Sólo aquéllos más fuertes sobrevivieron. Hay pocos niños, normalmente huérfanos o que han perdido a sus familias. No saben lo que es una familia, una madre o un padre porque sus padres tampoco saben de eso, simplemente no los recuerdan.

Casi no hay viejos. Los pocos ancianos que quedan son como tesoros para la reina loca y viven con ella en su palacio. Los ancianos son los únicos que todavía recuerdan cómo era el mundo antes del apocalipsis, aunque cada vez más viejos, pierden poco a poco sus recuerdos. Viven al cuidado de los guardias y tienen prohibido salir o hablar con los jóvenes. La reina loca es la única que tiene derecho a hacerles preguntas. Esperan y anhelan la muerte en un mundo sin futuro en el que el pasado solo tiene sentido para ellos y para la reina loca que teme tanto que la humanidad vuelva a cometer los mismos errores.


Por eso, ante la menor sospecha de que alguien es capaz de recordar algo: sucesos, rostros o experiencias personales, es perseguido y enviado por "los doctores" a una "limpia mental" en la que es sometido a electro shocks atado a una cama de fierro antes de ser forzado a altas dosis de medicamentos del olvido.

"Los doctores" también parecen zombis y es por eso que fácilmente siguen las instrucciones de la reina loca, a quien le interesa crear una civilización nueva de sonámbulos que hagan su trabajo como robots de los que hablan los viejos para evitar un nuevo apocalipsis. Reconstruir la civilización desde cero, con gente que no piense, no cuestione, no recuerde, pero que trabaje a cambio de un poco de alimento y una cama donde dormir es el primer objetivo de la reina loca.

Una minoría de guerreros que recuerdan, tatuados en el brazo izquierdo con el arma de fuego que saben usar aun pretende rescatar el pasado despertando a los menos sonámbulos a través de sus recuerdos.

Yo soy una guerrera. No corro tan rápido como los dos compañeros a los que he decidido seguir de un poblado a otro buscando despertares, pero puedo volar y mis brazos son tan fuertes que puedo trasladarme fácilmente entre los tendederos y lianas que unen algunos edificios de las ciudades abandonadas.

Viajo con una bolsa que es la suma de mis pertenencias y cada vez me parece más pesada. Tengo ropas deshilachadas, un cable de internet, las tasas con mi nombre y el nombre de L. que S. una amiga nos regaló en Londres la navidad antes del apocalipsis y dos trajes de baño fosforescentes. Cuando mi nuevo amigo Magus, el enorme negro de rastas todavía un poco lúcido y dueño del restaurante donde paré para comer algo, vio los trajes me pidió deshacerme de ellos. A pesar de ser útiles para cruzar lagos y ríos, si me encontrara cerca de una colonia de insectos agigantados, sería mi final. También sabía que tenía que deshacerme de una de las dos tasas, la única reminiscencia de mis recuerdos de amor y felicidad antes del apocalipsis y quizá la única manera de hacerle recordad a L. si es que todavía estaba vivo en algún lugar del planeta y me lo llegara a encontrar, del amor y la felicidad que compartimos. Me llamó la atención que Magus no dijera nada sobre el cable. Quizá pensó que ni siquiera sabía para que servía y que lo guardaba como otro suvenir del pasado.

Saturday 16 April 2011

Si das, se te regresa doble.

He tenido mucho, mucho, mucho sueños que recuerdo, más que nunca y no los puedo poner todos, Son muchos cortos, otros no tienen ningún sentido, otros se me borran. Desde hace dos meses, estoy así. Pero éste, éste es uno de aquéllos que tiene que quedar registrado.

Estuve en este sueño otra vez en un áshram. Esta vez, me tocó sentarme en la primera fila, me sentí afortunada y aun más cuando vi que justo frente a mí estaría, con su majestuosa presencia, Gurumayi. Todos nos preparábamos para un satsang especial que por alguna razón estaba tardando mucho en comenzar. El salón se llenaba cada vez más y más de gente y mujeres indias vestidas con sus saris correteaban de un lado a otro apuradas por acabar alguna tarea.

Yo moría de hambre y sabía que no aguantaría así por mucho tiempo. Después de ver a un señor comer un pedazo de carne con hueso que se veía un poco asqueroso, especialmente a los ojos de los vegetarianos, decidí sacar mi bolsita de pollo y comer un poquito a poco.

Unas niñas estaban a cargo de repartir prasad, unos dulces mexicanos. Me tocó un mazapán que me hizo agua la boca. Pero cuando abría el mazapán, Baba, sentado también en el salón, a la izquierda de Gurumayi me dijo -L. comparte ese prasad- señalando a una niña sentada cerca de mí. Me llamó mucho la atención que a pesar de que hubiera parecido estar tan atento a las preparaciones del satsang y de que yo hubiera estado sentada un poco lejos de él, siendo según yo, una desconocida para él, me hubiera llamado por mi nombre.

Le ofrecí la mitad del prasad a la niña, cuando caí en cuenta de que su papá estaba con ella, un señor de barba y lentes, bastante grande y fortachón, que obviamente había sacrificado su prasad porque como él, su hija tenía mucha hambre. Les ofrecí el mazapán entero e insistí muchas veces. No aceptaron hasta que dije que había sido orden de Baba y que de cualquier manera yo me quedaría un pedacito.

A los pocos minutos, una niña me ofreció un pulparindo que enseguida ofrecí a alguien más. Poco después, también recibí un dulce de tamarindo con chile. Tres regalos en total, a cambio del sacrificio, de mi preciado mazapán, el cual también llegué a probar. No solo eso, no uno, sino dos gurus, dos gurus en mi sueño, cerca, muy cerca de mí.

Wednesday 16 February 2011

Otra vez con él

Soñé con ese él que a veces aparece. Quería invitarme a salir, tentarme. Pasaría por mí en la noche, cuando todos los demás estuviera ocupados, especialmente, L. Llegó a casa de mi abuelo y yo estaba lista para ir con él. Pero no, no iría con el ni toda la noche ni mucho tiempo. De hecho, temía decirle, pero no podría estar con él más de un par de horas. ¿Quizá un restaurante de comida rápida? ¿Unos tacos?Sí...sólo unos tacos, no tenía tiempo para nada más.

El resbalón

Todos mis antiguos compañeros de la escuela estaban en el salón de aquel gran edificio. Entre ellos, él que ahora es ella que sentía mucha simpatía por mí. Mi amiga M., la más antigua de todas, esperaba que la saludara tan calurosamente como a los demás que hace tanto tiempo no veía, pero por la familiaridad que siento con ella, la saludaba al final y claro, como si la hubiera visto tan solo hace poco tiempo. La veía más pequeña que antes, delgadita, un tanto débil.

Comenzamos a platicar en el balcón que daba a una terraza de árboles grandes. Estábamos quizá en un octavo piso. De repente, M. se resbaló y cayó a través de los barandales a uno de los balcones de unos pisos más abajo. Grité, me espanté. El corazón casi se me detuvo del horror, de pensar que eso no podía ser! Corrí a ver cómo estaba.

El piso en el que había caído era curiosamente un hospital y ya la habían atendido para cuando yo llegué. M. estaba bien. Un poco golpeada, pero bien. Claro que esta mañana le mandé un mensaje. Pero quizá no es ella la que está mal, quizá esa M. chiquita y con problemas, que siempre ha podido lograr lo que quiere y ha llegado lejos, soy yo.